sábado, 17 de marzo de 2012

La última mirada del sol

La luz que de repente le pegó en el rostro, le era demasiado intensa, tanto, que a penas podía soportarla con los ojos cerrados y vendados. Sus muñecas ya no sentían el roce de las sogas, se habían dormido casi por completo. La boca le sabía a baba seca y al único mordico que le dio a ese pedazo de pan.
Alguien lo empujó para que se levantase, por fin abandonaba el frío del piso, y se acercaba a lo que pedía fuese la luz cálida del sol de octubre.

_Habrá pagado-pensó- era obvio que iba a doblegarse ante las amenazas.
Aún deseando escapar de su condición de secuestrado, siempre encontraba suficiente rencor como para poder criticar las decisiones de su padre.

Cruzó el umbral, e inmediatamente tropezó con la parte trasera de lo que parecía, era la Trafic blanca en la que había venido. Lo aventaron dentro, se acomodó en posición fetal, para estar lo más posiblemente unido consigo mismo. La puerta se cerró, y la camioneta inició su viaje.

-Interesante fin de semana-reflexionó con sarcasmo-esto es lo que pasa detrás de las estadísticas de las que siempre temí ser parte. Como la historia de esa chica que fue encontrada en…
Una brusca frenada interrumpió su monólogo interior. Su cuerpo, a merced de la inercia, terminó estrellado en la parte trasera de uno de los asientos. No hizo ninguna objeción al respecto, ya no sentía ganas de quejarse, esto iba a terminar pronto y no había razón para arruinar esa relación de silencio y empujones.

El vehículo retomó su marcha, aunque más apresurado que antes, mucho más apresurado. Un giro cerrado hacia la derecha, otro, media frenada, marcha atrás hacia la izquierda, ahora hacia delante; su corazón se aceleró, un tanto por la velocidad, otro tanto porque entendió que se trataba de una persecución, lo habían encontrado, esto podría haber terminado tranquilamente, pero ahora era sacudido de un extremo a otro de la camioneta, pidiendo entre dientes que el conductor se rindiese pronto. Escuchó un disparo, respondido por tres más, su deseo silencioso se fue convirtiendo en gritos y súplicas. Intentó ponerse de pie, pero las cuatro veces fue abatido por el movimiento y la debilidad de sus piernas, otro disparo,  la Trafic empezó a dar lo que supuso eran vuelcos, ya que no sólo chocaba con los costados, sino también con el techo y las ventanas, ahora sí tenía razones para estar asustado. Y en ese miedo, de estar en manos de algo más poderoso que él, se entregó al temor de morir. Poco a poco, las imágenes más olvidadas de su vida, empezaron a reconstruirse como el rompecabezas más sencillo de todos, todas sus fobias, todos sus miedos, aventuras y actitudes ante el mundo cobraban sentido, lo que creía eran traumas, se veían insignificantes ante los sucesos que los habían provocado. Una y otra vez, en esos 4 segundos de regresión, sonrió ante el alivio de la respuesta, luego el grito y el miedo, la sonrisa, y después la súplica. Entenderse un poco más, no lo salvaría de esto.


Las vueltas por fin cesaron, abrió lo ojos, la venda se le había caído, pudo ver que estaba tirado sobre lo que sería el techo, vio al conductor inconciente y a su acompañante que intentaba salir por el parabrisas roto. De nuevo alguien abrió fuego, un disparo pegó en la parte donde él estaba, intentó moverse aturdido y desorientado, logro medio pararse y dirigirse hacia los asientos delanteros, escuchaba los disparos pero no entendía de donde venían ni hacia donde iban, lo único que quería era salir de ahí. Con su pierna corrió el cuerpo del conductor, se agachó para pasar sintiendo el roce de la caja de cambios en la espalda, y asomó su cabeza, los disparos seguían, aunque menos frecuentes, cuando cesaron por sexta vez se arrastró por debajo del capó, y de nuevo la luz del sol lo cegó de frente, aunque esta vez, pudo distinguir una silueta, un cuerpo, un rostro familiar, un arma, un estruendo.

(Marcos Ariel)

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