(…) Pretendí
sorprenderme, queriendo demostrar que yo era demostrable, perteneciendo quizás a
la elite de la sabiduría, pudiendo tal vez hasta descubrir lo que todavía no
era, queriendo ser mío, teniendo conciencia plena de mi existencia.
Queriendo querer
quería: ser orador entre auditores, poeta entre lectores, conocedor entre
aprendices. Quería ser, quería ver, más que el común del resto, quería mi reino
extendiéndose sin límite de extensiones, pudiendo volar para aterrizar en
alguien, y llegar a todos.
Una sola cosa,
y tan sólo una me impidió lograr ese plan trazado en el aire y diseminado en el
oxígeno: yo mismo, mí mismo con mi yo, mi yo conmigo, este artefacto de dudas y
pesares, este envoltorio con recuerdos e impaciencias, desalientos e
inseguridades. Por momentos me creí alguien más, más que algunos, me creí
sendas intransitadas, caminos todavía cubiertos, me creí, para que sucediera.
Pero como buen contracorriente, malgasté mi
tiempo mirando relojes de sol todas las noches y usando llaves nuevas en
cerraduras tercas y oxidadas. Para al final no salir, no aventurarme a
encontrar todo eso, no sé, por miedo, ya sé, a descubrir que en el mundo real
mis ideas no alimentaban, miedo a encontrarme ante la única cosa que no preví,
ante el único factor contra el que nunca luché, otras personas (...)(Marcos Ariel)
No hay comentarios:
Publicar un comentario